‘No dejes a los niños solos’

En la pasada edición del Festival Internacional de Cine de Guadalajara (FICG), se estrenó la nueva película de Emilio Portes, ‘No dejes a los niños solos’. Con una filmografía compuesta por títulos como ‘Conozca la cabeza de Juan Pérez’ (2008), ‘Pastorela’ (2011) y ‘Belzebuth’ (2017), el director ha transitado entre la comedia negra, la sátira y el cine fantástico, consolidándose como uno de los pocos directores mexicanos que se atreve a explorar de lleno el cine de género.

Esta vez, el encargado de traducir la visión del director en imágenes fue Martín Boege AMC, director de fotografía con una trayectoria diversa que abarca ficción y documental. La colaboración entre ambos no fue casual: se trata de un reencuentro que tardó casi tres décadas en materializarse.

“Conozco a Emilio desde que entré al Centro de Capacitación Cinematográfica, pues fue mi compañero de generación, así que trabajamos juntos desde los primeros ejercicios. Nos conocemos desde hace casi treinta años pero no habíamos podido hacer un largometraje. La primera vez que me mandó una versión del guion de este proyecto, pensé que podría ser interesante volver a colaborar con él”.

Desde el inicio, el trabajo visual estuvo marcado por el reto de reconstruir la atmósfera estilística de finales de la década de los setenta y principios de los ochenta. Para Boege, más allá de remitirse directamente al cine de terror, la clave estaba en volver a las películas que marcaron su infancia. “Antes de buscar una referencia de cine de terror, nos preguntamos por el tipo de películas que se hacían en esa época y cómo se filmaban. Entonces fue un ejercicio de regresar a la memoria, hacia un cine con el que nacimos. Este fue el primer acercamiento para redescubrir el tipo de iluminación que se usaba, el tipo de atmósferas, por ejemplo, con la luz de luna un tanto artificial”.

La investigación se profundizó a partir de una lista de películas de terror que Portes y Boege revisitaron como referencia. Entre todas, ‘El resplandor’ (1980) de Stanley Kubrick, obtuvo mayor peso por el manejo de la luz.

“Sobre todo, me fijé en la luz del hotel pues era un espacio que estaba completamente iluminado y en el que no se perciben las fuentes que emiten esa luz”.

De tal modo que el fotógrafo subraya que lo aprendido dentro de esas cintas, fue la aparente artificialidad de ciertos efectos de luz de la época y el reto por reinterpretarlos en la actualidad.

Encontrar los elementos adecuados

Uno de los grandes desafíos en esta película fueron, sin duda, la locación y la iluminación, combinados con el trabajo en set al lado de niños.

Aunque las jornadas de filmación eran de ocho horas al día, toda la película transcurre de noche, obligando a rodar la mayor parte del proyecto durante el día usando mantas para cubrir casi la totalidad de la casa .

“No era una casa pequeña; tenía un jardín amplio y abierto, lo que complicaba la ilusión de noche durante el día. La relación interior-exterior del espacio era muy presente, con la terraza, la alberca y los patios. Todo esto debía parecer nocturno, sin perder la sensación de atmósfera, además de permitir que los niños y el perro se movieran con naturalidad”, comenta.

Cuando Boege se incorporó al proyecto, la casa ya había sido seleccionada tras una búsqueda exhaustiva de Emilio Portes, el productor y el diseñador de arte, Alejandro Garcia. No obstante, adaptar el estilo cinematográfico que se buscaba desde la propuesta frente a la realidad material de lo que estaba disponible, no fue tarea sencilla.

“Primero teníamos que asegurar la manera de mantear todo el espacio para lograr que pareciera noche. Después venía la exploración de la geometría del lugar: descubrir pasillos, ángulos, ventanas y espacios interesantes que pudieran funcionar en cámara. Fue como hacer un scouting constante, ida y vuelta, descubriendo dónde podían colocarse luces, cómo se comportaban los reflejos y qué ángulos favorecían la narrativa”, explica.

Para controlar la luz y crear la ilusión de noche, se instalaron trusses a lo largo y ancho del patio para colocar mantas que ayudaran a bloquear la luz natural desde arriba, permitiendo jugar con iluminación artificial en el jardín. Esto nos dejaba tener control sobre efectos de luz para simular rayos, luz de luna y otros elementos que generaban capas de iluminación. Cada escena implicaba un minucioso cálculo de distancias y ángulos; la luz debía proyectarse desde lugares estratégicos para crear sombras, resaltar volúmenes y mantener la coherencia con la hora nocturna imaginaria.

Por otra parte, el trabajo con los niños implicaba repetir tomas numerosas veces, controlar el cansancio y respetar sus tiempos de descanso, añadiendo una complejidad logística al rodaje. Para ello, se utilizó un esquema de dos cámaras, en el que la cámara A se concentraba en capturar la actuación principal de los niños, buscando que cada toma estuviera pulida, mientras que la cámara B se movía discretamente por el set, generando alternativas visuales para la edición. Esto permitió enriquecer cada escena sin interferir en la dinámica de los pequeños actores y a la vez, mantener una narrativa fluida y coherente.

El director de fotografía destaca la importancia de la coordinación con el director y el equipo de producción. Cada decisión de iluminación se discutía en conjunto para cumplir la visión de Portes.

“Había que negociar constantemente con producción, decidir dónde colocar luces, lonas y cómo generar efectos específicos como la silueta del niño con los rayos detrás. Todo esto requirió de planificación y mucha comunicación para que se lograra exactamente lo que Emilio había imaginado en el guion”, comparte.

La conjunción de tales elementos, al lado de la exploración permanente de la locación, posibilitó que cada espacio de la casa se transformara en un símbolo narrativo más, contribuyendo al lenguaje visual de la película y a la atmósfera ochentera que buscaban recrear.

“Fue un proceso muy exigente, sí, pero también dinámico y creativo. Trabajar con niños y con una locación tan amplia, nos hizo experimentar cosas nuevas y mantener la energía del equipo durante toda la filmación”, agrega Boege.

Aproximaciones a la concepción del género cinematográfico

Si tomamos como referencia inmediata a la clasificación de los géneros dentro del cine, bajo los esquemas de autores como Robert McKee, encontramos primordialmente, que los límites y definiciones de cada narrativa, suponen la construcción de universos en funcionamiento con sus propias leyes y coherencia. Pistas, símbolos y dinámicas en la trama que en tono, brindan identidad a cada historia. No obstante, el proceso de apropiación de códigos visuales es también un camino de investigación constante para determinar la voz única a cada cinta, sin importar el género o subgénero narrativo al que pertenezca.

Es cierto que las referencias de imágenes obtienen gran peso conforme inicia el proceso de desarrollo para el lenguaje de todo proyecto. Sin embargo, es crucial que el cuestionamiento a cada código y regla se mantenga de modo permanente, preguntándonos si las decisiones tomadas están navegando en la dirección que la historia exige.

“Era importante hallar la emocionalidad de ese mismo toque de artificialidad en la luz para comprender cómo hacerlo funcionar en cada secuencia”.

‘No dejes a los niños solos’ se caracteriza por una luz azul de luna que permea en la oscuridad de su narrativa. Un viaje que tal vez no tan lejano y dentro de una sola locación, delimita una arena dramática en particular: le década de los ochenta.

“Una de nuestras aproximaciones fue simular los HMI de la época y adaptar, no solamente el cómo lucían aquellos años, sino también reinterpretar el modo de filmación”, comparte el cinefotógrafo.

La película dirigida por Emilio Portes, encuentra sus propias características desde los pequeños detalles en cuadro y del mismo quehacer técnico del encuadre. Filmada con óptica anamórfica, adjunta un peso simbólico a cada una de las aberraciones del lente y la deformación de sus orillas.

“Queríamos acercarnos a todo aquello que está fuera de lo normal y que sumara al estilo visual del género”.

Por otra parte, pero en sentido paralelo a la construcción de los códigos del terror, ‘No dejes a los niños solos’, danza en una luz y penumbra con vida, rítmicamente sobrenatural bajo el ir y venir de la oscuridad; fuentes de luz que se apagan y prenden conforme avanza la tensión en cada escena.

“Sincronizamos las fuentes con algunos efectos, mediante el operador de la consola. Controlamos las luces prácticas para compensar las consecuencias del cambio de exposición durante la toma, haciendo siluetas, mucha penumbra y bastantes juegos de luz”.

En cuanto al equipo, Boege optó por trabajar con cámaras Red Monstro y lentes Atlas Orion anamórficos, una combinación que le permitió acercarse al look cinematográfico que la película requería.

“Descubrí esta óptica al hacer pruebas para esta película y me sorprendieron. Más adelante volví a usarlos en ‘Belascoarán’, y recientemente en ‘Los Gringo Hunters’, aunque ahí ya trabajé con los Mercury que son fullframe”.

La elección de estos lentes no estuvo exenta de desafíos técnicos. Martín recuerda que con los más abiertos, particularmente con el 35mm, se producía un ligero viñeteo que obligaba a reencuadrar o ajustar la composición para aprovechar al máximo la óptica. Aún así, la personalidad visual que aportaban era insustituible: el carácter anamórfico, la compresión de los espacios y el bokeh distintivo, se convirtieron en aliados clave para crear la atmósfera ochentera y ligeramente estilizada que el director buscaba para la película.

Sobre el proceso de decisión, Boege explica que siempre existe un equilibrio entre lo ideal y lo posible: presupuesto, disponibilidad de equipo, compatibilidad técnica y, por supuesto, la visión estética del proyecto. En este caso, la combinación de la RED Monstro con los Atlas Orion resultó ser la más adecuada para el tipo de historia y las condiciones de rodaje. No se trataba únicamente de elegir herramientas de alta gama, sino de encontrar aquellas que dialogaran con el lenguaje narrativo que la película necesitaba: lentes con carácter, capaces de abrazar tanto la artificialidad del dayfornight como la naturalidad de las actuaciones infantiles sin perder consistencia visual.

El reto de filmar terror

Adentrarse en la aventura de filmar, es una travesía de obstáculos consecuentes, una resolución permamente. Bien sea por impedimentos presupuestales o las naturales complejidades de cada proyecto. Pero sumado a ello, la cuesta arriba gana ángulos de mayor inclinación si se trata del género fantástico o del terror. Es así como Portes y Boege lograron trascender la caminata de obstáculos para traer a pantalla una historia que se levanta única en su voz.

Durante el trayecto, la meticulosidad y cálculo de dónde poner cada fuente de luz, se convierte a su vez en escoger el cuándo frente a las limitaciones de recursos. Así, se va flotando poco a poco en el ritmo de una marea de posibilidades dentro del proyecto.

“Tuve que escoger aquellas secuencias en las que era crucial tener al operador de consola debido a que no podía estar durante todo el rodaje, por lo que cuando no estaba, resolvíamos apagando y encendiendo luces con dimmers y compensando cambios de temperatura con el uso de filtros mientras ocurría la toma”, explica Martín.

‘No dejes a los niños solos’ fluctúa en la batalla por situarse en un único espacio, poniendo sobre la mesa el desafío para mantener siempre la tensión siendo un reto resuelto por la evolución en el lenguaje de la cinta. La luz, el movimiento y los códigos, se transforman conforme la trama camina en sus propios pasos.

“Me enfoqué en entender que el espacio narra una presencia no visible, por lo que la luz y la sombra podrían estar jugando para contar lo ausente y por supuesto, lo sobrenatural”.

“En realidad teníamos un efecto noche más que un day for night, pues aunque filmábamos durante el día, lo que hacíamos era controlar todo el paso de luz al interior de la casa creando esa oscuridad. Nos enfrentamos a un espacio enorme en el que siempre teníamos sol, recuerriendo a esas grandes artimañas. Y a pesar de haber sido una complejidad, era igual de difícil el no perder de vista la arquitectura del lugar para encontrar lo cinematográfico de ella: ángulos distintos, perspectivas para el cuadro, esconder cada luz, cómo entender la composición”.

‘No dejes a los niños solos’, ha tenido un buen recibimiento dentro de festivales nacionales e internacionales. Estrenó en el Festival Internacional de Cine de Rotterdam, Festival Internacional de Cine de Guadalajara y recientemente, Festival de Cine Fantástico y de terror, Macabro, en el que obtuvo un reconocimiento.

‘No dejes a los niños solos’

Cámara: RED Monstro
Óptica: Atlas Orion Anamórficos
Director: Emilio Portes
Productor: Rodrigo Herranz
Gaffer: Froylán López
Diseñador de producción: Alejandro GarcíaColorista: César Villatoro
Cinefotógrafo: Martín Boege AMC