Aveces, una película no solo es una historia contada en imágenes, sino un espejo que devuelve algo profundo a quienes la hacen posible. Más que una colaboración creativa, ‘Café Chairel’ fue el reencuentro de dos trayectorias entrelazadas por el tiempo, el azar y un mismo impulso de búsqueda. El director de fotografía Eduardo Servello AMC, no solamente puso el ojo al servicio de una narrativa, sino que a través de ella, también redescubrió un vínculo personal con el viaje de las historias que le apasionan.
‘Café Chairel’ nos sitúa en Tampico, Tamaulipas, México, en un barrio poco transitado de la ciudad. Un nuevo café dentro de una polvorienta casa olvidada, se convierte en el inesperado punto de encuentro entre dos almas rotas: Alfonso, un hombre cansado de su propia existencia y Katia, una joven sin rumbo que carga con su propio vacío.
Lo que comienza como una alianza improbable para rescatar un negocio en ruinas, se transforma en un proceso íntimo de reconstrucción personal, en el que cada uno encontrará en el otro, la forma de vivir un duelo; todo ello, sin saber que el camino de ambos ya estaba conectado por una persona difunta especial para ellos: Adam, hijo de Alfonso y expareja de Katia.
Eduardo Servello AMC conoció al director Fernando Barreda el 2014, cuando se encontraba en Tampico filmando su ópera prima ‘Atrocious, terror paranormal’, año en el que comenzó a forjarse la amistad.
Fue ‘Café Chairel’, una historia profundamente personal de Fernando y ambientada en su tierra natal, la que los reunió de nuevo. El reencuentro no fue planeado; ocurrió mientras Servello estaba en Madrid: “Recibí una llamada de su esposa preguntándome si estaba disponible para un nuevo proyecto. En ese momento no conocía del todo la historia, pero saber que volveríamos a trabajar juntos me dio gusto”.

Ese impulso casi intuitivo, marca el tono de lo que sería la película: una historia nacida del cruce de miradas, del reconocimiento del otro como reflejo de uno mismo. Y también del cruce de culturas, ya que el guion original fue escrito por un japonés, un gesto más que demuestra cómo el cine puede borrar fronteras, no solo geográficas, sino emocionales.
“El guion sale de Japón”, dice Servello, y explica que aunque se adaptó a México, conserva un tono íntimo, contenido, en el que lo importante está en los detalles; con atención hacia la altura de la cámara, los silencios; premisas basadas en decisiones sutiles siendo así, una puesta en cámara que obedece a gestos de respeto hacia la sensibilidad foránea que encontró eco en una historia local.


Un sentimiento compartido
“La magia del cine transgrede las barreras humanas, y cuando se junta un crew con la necesidad de contar algo, las diferencias ya no importan. Fernando fue jurado en un festival en el que conoció al guionista Atsushi Fujii, adaptando así una de sus historias para filmarla en México”, menciona Eduardo, y añade: “Es una película muy personal, muy compenetrada, con la que Fernando se identificó”.
Así, su trabajo como cinefotógrafo se convirtió en un acto de escucha, afinando la cámara al ritmo de la historia y sensibilidad del director. Para Servello, su papel no es imponer una estética, sino amplificar una visión.
“Nosotros proponemos un aspecto técnico relevante para una película, pero la visión siempre va a ser la de un director y es muy respetada”, afirma. Esta filosofía no es solo profesional. Para la fotografía no es solo encontrar la mejor luz o el mejor encuadre: acompaña procesos, escucha atmósferas, capta emociones.
Sobre la aproximación visual
“Desde las primeras conversaciones con Fernando, el enfoque fue muy claro: tener la menor cantidad de referencias posibles. Queríamos evitar contaminar el concepto visual y permitir que la película encontrara su propia voz sin la carga o la influencia directa de otras películas. Tratábamos de dar una mirada personal, no prestada. Así, cada decisión desde la puesta en escena hasta el movimiento de cámara-, partía de lo que la historia necesitaba”.
En ese proceso, hubo una anécdota que marcó profundamente la manera de trabajar de Servello, no solamente para este proyecto, sino como comprensión para entender el cine: “Tuve el honor de trabajar con Martín Lasalle, el actor de ‘Pickpocket’ de Robert Bresson. Él me decía: si no tienes nada qué decir, no muevas la cámara”.
Esa enseñanza se volvió una regla silenciosa: la cámara no debía moverse sin una justificación emocional o narrativa. Cada encuadre, cada desplazamiento, debía surgir de la necesidad interna de la historia y de los personajes. Aunque en otros proyectos las referencias cinematográficas suelen ser una guía, el objetivo era no caer en la repetición de fórmulas visuales. “Cuando uno se apega demasiado a otras voces, corre el riesgo de perder la propia. Fernando siempre mantuvo esa conciencia: quería que el estilo visual naciera de los personajes, de la arquitectura emocional del guion, no de un molde ajeno”.
Trabajar con un director que sabe lo que quiere ver, facilita muchísimo el diálogo creativo. Esa claridad permeó todas las áreas de trabajo: con los actores, la fotografía, la puesta en escena. Cada instrucción reforzaba la coherencia interna del proyecto. ‘Café Chairel’ es una cinta que sitúa su lenguaje visual en el dramatismo puro del guion, bajo una honestidad y fidelidad a la historia per se, logrando una naturalidad reforzada desde su planeación.
“Filmamos con mucha luz natural, y para ello, desarrollamos un plan de rodaje en función del paso del sol de tal modo que, tras un análisis exhaustivo, mi gaffer Jesús ‘Chucho’ Labastida y yo, teníamos sistemas planteados para los momentos del día facilitando el modo en que reforzaríamos la continuidad de luz del exterior desde el interior. Así, avanzábamos con las horas, y si estas nos rebasaban, teníamos el modo de seguirlas replicando”, explica Eduardo.
Por otra parte, la película retiene la mirada del espectador en una simbiosis de proporcionalidades en la pantalla. “Queríamos encontrar un balance entre la entidad presente y lo ausente a la vez, por lo que usamos muchos telefotos que nos brindaron esa relación de elementos entre el foreground y los fondos traseros”, añade Eduardo, quien utilizó la óptica ARRI Signature Prime en conjunción a la ARRI Alexa Mini LF, además del filtraje coral. “Los tonos café eran importantes para la atmósfera, y aunado a ello, con la óptica, obtendríamos una textura no tan clínica”.
“Cuestionando el lenguaje visual de la cinta, establecí que dentro del duelo por la pérdida en la condición humana, esta debería ser representada con mucha intimidad, por lo que usábamos un 95mm para aislar a un personaje con respecto a su situación emocional, para después filmar los diálogos en un 75mm y así, ir creando reglas consistentes. O bien, usar un filtro polarizador durante todo el rodaje con la finalidad de no contar con un brillo nunca; volver homogénea la imagen frente al curso dramático de la ausencia”.
De modo consecuente a la imagen y a su textura, el director de fotografía comparte la relación de trabajo junto al departamento de arte, que mantuvo vidrios viejos en las ventanas de la locación para aprovechar la misma estructura del cristal y el lookque podía otorgar. “Fue algo muy interesante porque el espacio tenía muchos años, era una casa bastante vieja, pero diseño de producción consiguió reacondicionar el espacio para sacarle provecho a esa atmósfera”.
“Cuando uno se apega demasiado a otras voces, corre el riesgo de perder la propia“


Escapando de lo obvio: el scoutingen Tampico
Antes de entrar a hablar en profundidad de ‘Café Chairel’, la conversación giró hacia las locaciones en general y el hecho de que para muchos filmar fuera de los lugares tradicionales como Ciudad de México o Monterrey, sigue siendo un reto. Eduardo destaca lo importante que fue el conocimiento local del director: “Fernando conoce muy bien la ciudad. Hubo momentos en los que me decía: Enestecanal,atres calles de aquí, conocí a mi esposa. Su conexión personal con los lugares nos permitió ir más allá de lo evidente”.
Así, en vez de mostrar los típicos paisajes turísticos, la película explora espacios menos representados, como los canales de agua que cruzan las calles: “Hubo una búsqueda más allá de lo obvio, lugares que normalmente no ves retratados cuando piensas en Tampico”.
El proceso de scouting fue una colaboración muy cercana entre Fernando, Eduardo y el diseñador de producción, Santos Moncayo, siempre con la intención de que el fondo también contara algo sobre los personajes.
“El backgroundno era decorativo; convertimos a Tampico en un personaje más. Cada espacio tenía que denunciar o enunciar las características internas de los personajes”.
Eduardo hace una pausa durante la entrevista mientras observa por su ventana; antes de continuar recuerda a Christopher Doyle, pero en particular a Roger Deakins con la publicación de su último libro titulado ‘Byways’.
“Es curioso el impacto que tiene la fotografía fija. Cada vez que realizo un scouting, pienso en ese libro y en la doble perspectiva del cinefotógrafo: la propuesta creativa en función del guion, y por otra parte, el trabajo de observación permanente”.
Así como en ‘Café Chairel’, el involucramiento primario de los diferentes ojos que trabajan detrás de cada cinta, reposa una labor constante; una mirada que viaja entre los resquicios de la posibilidad sobre lo que puede ser filmado.
“La observación es la herramienta principal para el desarrollo de la imagen”, menciona Servello con respecto a la apertura por la sorpresa y la imaginación.

Darle sentido a las imágenes
Sobre el tema de construir significado, Eduardo explica que el cine que les interesa es aquel que hace preguntas, no el que ofrece respuestas fáciles: «El cine que hacemos es el que plantea preguntas, no el que te dice directamente qué pensar. En esta película hay muchas pistas que te pueden dar un sentido, pero no todo está dicho.»
Para Eduardo, darle sentido a las imágenes no es sólo un trabajo de dirección, sino de todo el lenguaje cinematográfico en conjunto, especialmente a través de la actuación: «Le damos sentido a las imágenes a través de la voz de los actores. Planteamos una situación con una cámara fija, donde los actores interactuaban con el espacio. Convertimos al Café Chairel en un personaje más.»
Sin embargo, la creación de sentido procede en diferente orden y escenarios. Pues aunque la preparación de trabajo de mesa pueda ser exhaustivamente detallada, estableciendo la semiología narrativa de la cinta, hay un nuevo paso para su aplicación: el rodaje. Espacio no solamente para concatenar las pautas de la preproducción, sino para brindar un nuevo ambiente de creación. ¨Estando en el set te das cuenta que hay cosas que pueden funcionar de un mejor modo al como lo habías planteado, pero es entonces que la improvisación adquiere un significado valioso porque, creas a partir de una memoria ya trabajada¨, añade Servello.
El largometraje bajo la dirección de Barreda Luna es una pieza compuesta por el acierto de grandes retos técnicos y de producción, desde tomas con pocas posibilidades extra de repetición dada la dificultad, hasta escenas realizadas con complejidades naturales al clima y terreno del espacio físico. ¨Por un lado nos encontramos con extremos vientos, lluvias que iban y venían constantemente, o los fondos complejos por la presencia de refinerías¨.
Pero en concordancia, el verdadero reto era significar a cada símbolo que era mostrado frente a la pantalla. ¨Todos los rodajes tienen diferentes retos, pero lo valioso es entender el reto de la historia, y cómo narrarlo de forma consistente durante toda la película¨, establece el cinefotógrafo.
Café Chairel camina coherente a su naturaleza de principio a fin, siendo fiel pero también, única en su tipo. ¨Cada pequeño detalle en el cuadro, significaba algo. Incluso el LUT que diseñé para la cinta, era con la finalidad de simular un tono parecido al tueste del café, y que evolucionara con la historia. A su vez, era algo similar a la hora de cambiar un filtro. Aparentemente podría ser algo muy técnico, como ser recíproco entre el filtro puesto y la distancia focal en cámara, pero también era una cuestión de modulación; preguntarse si las variaciones de filtraje estaban siendo paralelas a los momentos emocionales de los personajes¨, argumenta Eduardo Servello, AMC.
La cinta dirigida por Fernando Barreda es una comedia dramática, de atmósfera melancólica, donde el paso del tiempo, la pérdida y la necesidad de conexión humana se filtran entre tazas de café y silencios compartidos. Con una sensibilidad muy mexicana y una dirección que privilegia los detalles cotidianos, en donde la película retrata con sutileza aquel momento en el que, sin buscarlo, descubrimos una segunda oportunidad.