Leslie creció rodeada de cámaras, luces y sets cinematográficos. Su papá, Rafael Montero, director de cine, fue su primera gran inspiración para dedicarse al mundo audiovisual. Pero, aunque podría pensarse que su camino estaba escrito para ser actriz o directora, fue un flechazo inesperado con la figura del director de fotografía lo que marcó el verdadero rumbo de su vocación.
“Me acuerdo muy bien de ‘Corazones rotos’, una película que dirigió mi padre en el año 2000. Yo tenía nueve años y me impresionaba muchísimo ver al director de fotografía subido en la grúa, manejando la cámara. La filmaron en 16 mm y aunque yo no entendía bien lo que pasaba, sabía que eso era lo que quería hacer; me fascinaba la idea de todo lo que hacían los directores de fotografía”.
Aunque la semilla estaba plantada, la adolescencia la llevó a explorar otros caminos. En la preparatoria, sus intereses iban desde la espacialidad y el diseño industrial hasta la fotografía. Probó suerte en un curso en la Activa de Fotografía y después llegó a un taller en el CCC sobre diseño de producción, que le pareció enriquecedor. Sin embargo, la chispa definitiva llegó con un curso impartido por Mario Luna AMC†, también en 16 mm. Ahí, Leslie se dio cuenta de que la dirección de fotografía combinaba todo lo que amaba: la posibilidad de decidir qué se ve en el cuadro, construirlo, darle luz y dialogar con el diseño de producción. “Ahí sí dije: esto es lo mío”, recuerda.
Cuando ingresó a la Ibero, llevó consigo esa determinación. Su seguridad comenzó a contagiar a sus compañeros, quienes empezaron a invitarla a trabajar en sus proyectos. Fue así como comenzó a construir su red profesional, ofreciéndose para fotografiar tesis de estudiantes que hoy, en muchos casos, son sus colegas en la industria. Tiempo después, la pandemia trajo consigo un nuevo aprendizaje. Con una cámara modesta y la colaboración de su vecino, Leslie rodó el documental ‘Sonidos del confinamiento’.
“Era una cámara que jamás elegiría en un rodaje profesional, pero era la que había y eso me enseñó que no son las cámaras ni los lentes: es lo que uno cuenta”, reflexiona. Ese pequeño documental captó la atención de un productor ejecutivo quien la invitó a fotografiar episodios de la serie ‘Luis Miguel’. Desde entonces, el mundo de la ficción se abrió por completo para ella.

De Brasil a Detroit
Si bien la serie ‘Luis Miguel’ representó su entrada al mundo profesional, hubo un proyecto que significó mucho más para ella en términos personales y creativos: ‘Ugly’.
“Creo que ‘Luis Miguel’ es mi ópera prima como profesional, pero donde realmente puse mi corazón, mi alma, fue en ‘Ugly’. Leí la historia y me encantó; me metí hasta la cocina”, confiesa.
Aunque Leslie forjó su carrera en México y muchos la asocian con su trabajo en la serie de Netflix, resulta curioso que su primer largometraje fue en otro país.
“Extrañamente, nunca he hecho una película en México. Mi ópera prima fue en Brasil, sin querer”, relata con una mezcla de asombro y humor.
La aventura llegó cuando la invitaron a trabajar en ‘Una familia feliz’, película del director José Eduardo Belmonte. Para Leslie fue emocionante que su primer largometraje fuera un thriller.
“Me gusta iluminar películas con más propuesta narrativa, porque aunque todas las películas tienen propuesta, en el terror y en el thriller es muy importante dar ese sentimiento y ayudar a la historia con la luz en todo momento”.
No obstante, ese salto vino acompañado del mayor reto de su vida profesional. “Fue probablemente el reto más grande que he tenido. Para empezar, el idioma: yo no hablo portugués, ellos no hablan español y mi crew no hablaba nada de español. Era estar atenta al 200 %, con un cansancio muy fuerte”.
Además del idioma, trabajar con José Eduardo Belmonte, un director con una filmografía de casi veinte largometrajes, significó entrar a un mundo completamente nuevo.
“Fue como hacer una maestría. Yo venía acostumbrada a rodajes de series, a dos cámaras, plano abierto, mediano, contraplano, etc., porque tienes siete páginas que filmar. Con Belmonte fue todo lo contrario: cada plano tenía intención, emoción, narrativa. Hubo momentos duros; nunca había filmado algo con tantos retos técnicos y narrativos. Fue gratificante”.
Ese primer proyecto fue tan significativo que Belmonte volvió a llamarla para su siguiente película, ‘Casi desierto’.
“Es una historia increíble. Nunca había leído un guion así en México y me llenó de ilusión irme a esa aventura a Detroit. Nunca había estado ahí y sinceramente, no es un lugar que pensara visitar. Pero estar ahí, es como estar en una película: es una tierra zombie, la luz es perfecta, las texturas también. Filmamos casi en tono documental y fue una película muy guerrillera, con un crew pequeño”.
Leslie describe la transición entre el mundo de las grandes producciones y el cine independiente como un vaivén enriquecedor.
“Siempre coincide que hago una serie y luego me voy a una película con Belmonte. Paso de sets con 26 camiones de equipo a rodajes en los que, si llueve, tenemos que reponer páginas y de pronto, un día de ocho páginas, se filma con una sola cámara”.

En las crudas calles de Detroit, se desarrolla un thriller cargado de tensión cuando dos inmigrantes indocumentados (un argentino y un brasileño), además de una joven estadounidense, se convierten en testigos accidentales de un brutal asesinato, viéndose arrastrados a una conspiración mortal en la que la confianza escasea, y sobrevivir implica huir tanto de los criminales como de la ley. La nueva película de José Eduardo Belmonte presenta así, una crítica social al exponer la realidad de migración en el país vecino del norte, abordando un tema profundamente actual y revelando las complejidades y peligros que viven quienes buscan sobrevivir en un entorno hostil.
Trabajar con Belmonte, dice Leslie, ha sido una escuela en sí misma. “Él no se da por obvio. Si algo es obvio, es porque tenemos que buscarle más, porque ahí no está la respuesta. Cuando me llega un guion suyo, siempre hago anotaciones, pienso en referencias, en cómo me gustaría filmarlo, y voy desmenuzando escena por escena.”

La dinámica de trabajo entre ambos es intensa y creativa.
“Empiezo a construir mi universo visual, armo una presentación de look & feel y ambos lo vamos comentando. A veces me dice: No es por ahí, busquemos cómo resuelve tal director esta escena. En ocasiones, las referencias no tienen nada que ver con nuestra historia, pero siempre hay algo que podemos rescatar”.
La distancia geográfica entre ellos -Brasil y México-, ha convertido sus intercambios en una constante evolución de referencias cinematográficas.
“Es un intercambio de películas hasta que nos vemos en persona. En el set, su forma de trabajar me sigue impresionando.”
Belmonte diseña cada secuencia con precisión quirúrgica. Hace tres tipos de anotaciones en el guion: unas emocionales, otras actorales y unas técnicas.
“Más allá de leer simplemente el guion, se cuestiona lo que está pasando en la historia del personaje, lo que siente, de dónde viene y a dónde va, diseñando frases que encapsulan lo que pasa en la escena”.
Antes de rodar ‘Casi desierto’, a Leslie le enviaron el guion traducido al español. Su primera impresión fue estar leyendo una historia densa, pero con potencial visual importante. Para prepararse, comenzó a investigar sobre Detroit, ciudad donde se ambienta la película. Ese imaginario gris y crudo, se convirtió en punto de partida para su propuesta visual.
‘Casi desierto’ se desarrolla a través de múltiples líneas temporales y narrativas. La historia de la chica, del personaje argentino y del brasileño, cada uno con su propio universo emocional.
“Decidí construir la fotografía desde el arco narrativo del sentimiento de cada personaje”, explica.


Una brújula visual
Uno de los métodos que más han marcado la colaboración entre Leslie y Belmonte es el uso de frases que engloban una idea o concepto para cada escena.
“Diseñar una frase para cada momento de la película, es una forma muy simple pero profunda de entender lo que se está contando”. Posteriormente, estas frases se traducen en decisiones concretas de cámara, luz, textura y movimiento.
En ‘Casi desierto’, esta forma de trabajo fue clave para diferenciar los mundos narrativos.
Cada personaje vivía bajo una lógica de estética distinta, pero en donde todas las piezas debían confluir eventualmente.
“La historia está contada desde tres ángulos distintos, pero tenían que respirar como parte del mismo universo. Fue un reto de atmósferas, tonos y matices. Y al mismo tiempo con un director que jamás dice ¨ya, como salga¨. Belmonte exige, quiere exactitud, ritmo y emoción”.
A su vez, Leslie expone entre risas el juego permanente que existe previo a tomar las decisiones para filmar.
“Utilizamos piezas de PlayMobil y con el celular comenzamos a imaginar los trazos y otros tipos de movimiento con la cámara. De esa forma, también puedo ir visualizando qué herramientas serán necesarias para cumplir con el aspecto técnico buscado”.
Aunado al trabajo necesario desde la preproducción y el desarrollo, cabe mencionar que ‘Casi desierto’ fue una cinta que consideró a partir de sus inicios, la curva dramática que conllevaría la misma postproducción.
“Queríamos que hacia el final de la historia, se habitara una imagen distinta sin que rompiera con lo que habíamos construido. Pequeños cambios que denotaran esperanza en la historia mediante ligeras modificaciones en la temperatura de color, y una mayor suavidad en general”.
Abrazar desde la sorpresa
Narrar implica la aprehensión permanente de sensibilidad. Una mirada que recorra el entorno con comprensión y bajo el tinte del asombro, permitiéndose descubrir nuevas aproximaciones para la construcción de un lenguaje único en sus modos.
“Cuando llegué a Detroit tuve una sensación de maravilla que no había tenido desde hace mucho tiempo, por lo que la aventura por encontrar las locaciones correctas, fue muy gratificante”.
De este modo, ‘Casi desierto’ en paralelismo a su propio título, navega entre los hostiles callejones de una ciudad construida desde la promesa del futuro, pero casi embrujada por un abandono político y social. Fábricas inactivas, vecindarios con hipotecas vencidas, avenidas oscuras entre sombras de un gigante de acero que fue y ya no es. Una ciudad en la que el único movimiento existente es el de la persecución por parte del Servicio de Control de Inmigración y Aduanas (ICE).



“Ante la situación real de Detroit, las locaciones que usamos para filmar no involucraban una intervención mayor. En el caso de los interiores, se trataba de potenciar la narrativa acorde a los personajes que habitaban los espacios. Queríamos construir la sensación de encierro, así que nuestra mirada se concentró en cómo y con qué tapar algunas ventanas y controlar la luz y oscuridad”, añade Montero.
La ciudad estadounidense es recorrida por sus personajes hasta en lo más profundo de su servicio de transporte público.
“Cuando llegamos a la estación del metro, nos percatamos de que no teníamos que ajustar nada. El espacio ya era perfecto por sí mismo; la luz era increíble”.
Pero es en concordancia a la brújula visual construida por Belmonte y Leslie, que aún sin la intervención, dicho lugar significaría algo único para la película en una fiel sintonía con el lenguaje de la historia.
“Seguramente muchas películas han usado la misma estación del metro, pero estando al servicio de la narrativa, lo conviertes en algo especial y propio”.
Es entonces, como apoyados por una metrópoli ya cargada de tantos símbolos e historia, que los ajustes de mirada tuvieron que sostenerse desde otras trincheras, todo esto, entendiendo las necesidades de lenguaje acorde a la historia.
“Sabía que al ser una ciudad de tantas texturas, debía llevar una óptica que fuera muy nítida y correcta por lo que los ARRI Master Prime con el sensor de la ARRI Alexa Mini, serían perfectos. Creo que de haber utilizado lentes vintage, habría sobreexplicado una imagen que Detroit ya posee”.
Sortear la complejidad
Más allá de las ricas posibilidades que el espacio físico pueda brindar desde su propia personalidad, afrontar las condiciones lumínicas serán siempre un reto para adecuarlas a un modo eficiente de filmación, que además de brindar tiempo para su captura, puedan también ser fieles en la estética exigida, todo esto, tomando en consideración la flexibilidad inherente a cada producción, acorde a sus recursos económicos o temporales.
Como menciona la directora de fotografía, las características de ‘Casi desierto’, poseían medios muy distintos a si se tratase de filmar un proyecto publicitario. Sin embargo, la obligación era la misma: encontrar la forma correcta de narrar cada plano de la película.
“Este largometraje me permitió entender qué batallas serían las de mayor atención cómo destinas tus recursos. Muchos espacios, como el interior del vagón del metro, los filmamos más que con filtros de ND sobre la fuente artificial que ya estaba impuesta”, recuerda Leslie Montero AMC.
En cambio, otro tipo de secuencias demandaron una aproximación con mayores complejidades, nos relata la cinefotógrafa mexicana.
“Las escenas que ocurren dentro del callejón, definitivamente fueron difíciles. El increíble equipo de staff puso ARRI Sky Panels desde las azoteas, además de controlar algunas de las farolas reales de la calle. Todo ello siendo conscientes del poco tiempo que teníamos en la marcha. Sin embargo, al tener en mente las frases emocionales y sus posibles soluciones técnicas, pudimos adaptarnos a cualquier situación de manera creativa. Hoy puedo decir que me dejé abrazar por el proceso de la película, para entonces entender qué es lo que implicaba. Todos nos entregamos al proceso; tienes que apropiarte de cada momento para que funcione y no intentar remar a contracorriente. Encuentra lo narrativo frente a lo que tienes”.
Y así, ‘Casi desierto’ se alza como una historia que bajo sus propios códigos y símbolos, narra un contexto sociopolítico más vigente que nunca, creando una atmósfera única en tonos y género cinematográfico, para desde una mirada que no sea el horror y la tragedia, enunciar una situación migratoria que atraviesa a todas las fronteras del mundo. La promesa jamás cumplida en los sueños de una ciudad olvidada, las historias de grandes personajes quedan en los recovecos de las miles de texturas que nos expresan ese paso de tiempo.
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