En un cine mexicano cada vez más atento a narrativas diversas, ‘Un mundo para mí’, dirigida por Alex Zuno, se asoma como una película necesaria y profundamente sensible. Su historia pone sobre la mesa un tema poco abordado en la pantalla: la intersexualidad. A través de la historia de una pareja enfrentada a la revelación de que su hijo es intersexual, Zuno explora no solo la experiencia de quienes nacen fuera de las categorías binarias de género, sino también las emociones, dudas y decisiones que atraviesan madres, padres y familias ante lo desconocido. Y en ese trayecto, la estética visual, desde la fotografía hasta el diseño de producción, se convierte en parte esencial del relato, abriendo puertas de empatía y reflexión. Ximena Amann AMC (‘Sujo’, 2024), ha sido un elemento humano crucial en la construcción de esa mirada. En este artículo, la directora de fotografía narra su experiencia detrás de la creación de esta película.
El vínculo entre Ximena y el director Alex Zuno data de años atrás, pues ambos cruzaron caminos en sus previas carreras. “Nos conocimos en la Activa de Fotografía y de inmediato, hicimos química. Después yo entré al CUEC y él ingresó al año siguiente. A pesar de que trabajó con otros directores de fotografía a lo largo de sus estudios, siempre estuvimos en contacto, siendo también muy amigos. Ya en el medio profesional, trabajamos en un par de series juntos y luego él empezó a escribir la película. Puedo decir que yo estuve involucrada en todo el proceso de guion, viendo las diferentes versiones y su constante modificación”.

“Antes de trabajar en ‘Un mundo para mí,’ Alex Zuno y yo colaboramos en proyectos previos que fueron clave para consolidar nuestra comunicación creativa y para explorar temáticas que, de distintas maneras, confluyeron en esta película. En ‘Oasis,’ abordamos la diversidad de género desde la ficción, mientras que en ‘Abrir la tierra’ -un documental que profundiza en el dolor de una madre que busca a su hijo desaparecido-, nos acercamos a la experiencia de la maternidad desde una perspectiva profundamente humana. Aunque son obras distintas, en ambas comenzamos a construir una mirada muy íntima hacia los personajes y a incorporar referencias pictóricas, elementos que más adelante se volverían constantes en nuestro lenguaje audiovisual.
Dicho acompañamiento desde el guion, marcó profundamente el trabajo visual de la película. “Zuno está siempre muy comprometido en contar historias desde la verdad y el respeto. No solo investigó el tema desde una perspectiva médica y social de la intersexualidad, sino también desde las emociones alrededor de la maternidad y paternidad”.

La clave: involucrarse desde el inicio
Aunque en la industria pueda ser complejo que el director de fotografía esté presente desde el nacimiento del proyecto, debido a temas de agenda, tiempo, presupuesto, entre otros factores, es importante destacar que su participación temprana puede aportar una visión creativa y técnica fundamental para el desarrollo de la propuesta visual. En este caso, gracias a la gran amistad entre Ximena y Alex, tuvieron oportunidad de abordar juntos la historia desde el inicio.
Alejandro Zuno comparte que trabajar con Ximena Amann y la diseñadora de producción Diana Saade, fue enriquecedor en muchos aspectos ya que ambas cineastas, además de aportar su talento en la película, aportaron al director una mirada generosa y honesta sobre su experiencia con la maternidad. Esta comunicación entre los tres departamentos (dirección, diseño de producción y fotografía) fue crucial para lograr una fuerte mancuerna. Además, para Ximena, estar presente desde las primeras versiones del guion, rebasó una cuestión de técnica para situarse en una conexión emocional con la historia y sus personajes, lo cual determina su forma de iluminar, encuadrar y proponer atmósferas.
“Generalmente, trato de estar involucrada en todo ese proceso porque me hace entender de dónde viene la historia, por qué son así los personajes y las decisiones que el director o la directora están tomando desde el guion. Con Alex fue así; se nutrió de nosotros mismos y de las experiencias de otras personas, entonces a todos nos hacía mucho sentido”.
Esa profundidad conceptual se tradujo también en decisiones estéticas. Desde el inicio, la construcción visual de ‘Un mundo para mí’ estuvo ligada a colores y atmósferas específicas, jugando con símbolos tan arraigados en la cultura como el rosa y el azul, para luego quebrar esas expectativas a través de otros tonos como el amarillo y el morado, que aluden directamente a la bandera intersexual.
“Desde el inicio del proyecto, nos dedicamos a buscar referencias en distintas fuentes, tanto en películas como en otras disciplinas artísticas y sobre todo, en las ideas y experiencias de personas clave dentro del equipo. Una de ellas fue Diana Saade, quien desde el diseño de producción, aportó muchísimo en la construcción de los espacios y en la atmósfera visual que queríamos lograr. Teníamos claro que queríamos que ‘Un mundo para mí’ tuviera momentos lúdicos e íntimos entre los personajes, escenas que se sintieran entrañables y que a medida que avanza la historia, fueran profundizándose y transformándose para reflejar el conflicto que enfrentan como pareja y como individuos. Desde la etapa de escritura, Alex comenzó a pensar en cómo plasmar visualmente a cada personaje, lo que nos permitió definir un lenguaje cinematográfico que equilibrara calidez y cercanía sin caer en un tono denso o solemne. Sabíamos que queríamos hacer una película accesible para diferentes públicos, algo que pudiera disfrutarse en familia, sin renunciar a la profundidad de los temas, por eso evitamos ambientes lúgubres o excesivamente dramáticos, buscando que incluso en los momentos más complejos, la película se sintiera acogedora y cercana”.

Construyendo un mundo
Desde el primer fotograma, ‘Un mundo para mí’, nos sumerge en una propuesta visual cargada de significado. La película abre con la imagen de un infante frente al mar, una secuencia que no solo introduce la narrativa, sino que establece de inmediato la atmósfera cromática y estética que acompañará toda la historia.
La colorimetría es uno de los elementos que más destacan en la primera escena y fue cuidadosamente pensada para reflejar la identidad y la experiencia intersexual, tema central de la película. Ximena Amann explica que querían que los colores transmitieran algo relacionado con las personas intersexuales cuyos tonos representativos son el amarillo y el morado. Por eso, decidieron incluir tonalidades violáceas, “un color que no es ni azul ni rosa, sino la fusión de ambos”, que simbólicamente rompe con los clichés de género.
“En estas decisiones, la participación de Diana Saade fue fundamental. Su sensibilidad enriqueció tanto los espacios como la construcción de los personajes, aportando detalles que unifican visualmente los conceptos de la película. Además, Alex hizo shooting y storyboard de casi todas las secuencias, reflejando su carácter preciso, detallista y cuidadoso como director. Todo este trabajo conjunto permitió que la intención visual se enlazara también con diálogos dentro del filme (como aquel que discute cómo vestir al personaje principal) y se convirtiera en un detalle narrativo que sostiene el discurso de la historia”.

“Queríamos hacer una película accesible para diferentes públicos, algo que pudiera disfrutarse en familia sin renunciar a la profundidad de los temas“


Para encontrar la textura adecuada para la película, la directora de fotografía decidió usar dos cámaras diferentes para determinadas secuencias: ARRI Alexa 35 y ARRI Alexa mini LF.
“María, la protagonista, tiene sueños en los que ve a un infante frente al mar. Para nosotros era importante destacar estos momentos con respecto al resto de la película. En estas escenas usamos la ARRI Alexa 35, pero en el resto de las secuencias usamos la ARRI Alexa Mini LF junto con lentes de 35 mm a lo largo de todo el rodaje”.
“En algunas escenas, como en la parte de los espejos cuando los personajes se están arreglando, dejamos las viñetas que generaban los lentes para que se sintiera casi como el punto de vista del propio espejo; como si nosotros estuviéramos observándolos”, explica. Aunque en general esas viñetas se eliminaban para mantener una imagen más limpia, conservarlas en ciertos momentos aportó una atmósfera única, imposible de conseguir con lentes fullframetradicionales.
La diferencia entre las secuencias oníricas y las que transcurren en la realidad, también fue expresada a través de las ópticas. Para las partes que no corresponden al sueño, se optó por lentes ligeramente más cerrados, buscando generar una sensación de mayor intimidad y un fuera de foco profundo y marcado.
“Son lentes suaves, pero tienden a tener un contraste bastante alto y te brindan negros mas profundos. Sin embargo, conservan cierta suavidad en el fuera de foco”, detalla Ximena.
“En la secuencia del sueño, utilicé la ARRI Alexa 35 porque quería otro tipo de textura y el manejo particular de color que ofrece su sensor. Sabía que en postproducción iba a intervenir bastante el cielo, así que quería contar con las capacidades del nuevo sensor de la Alexa 35. Además, la cámara tiene una mayor latitud, lo cual era ideal para esa sensación de horas mágicas en el sueño. Por eso forzamos un poco más la cámara, mientras usé un zoom anamórfico, generando ciertas aberraciones que en postproducción podíamos aumentar para reforzar el efecto”.

Comprender las posibilidades de tus herramientas
En ‘Un mundo para mí’, los personajes navegan entre pocas locaciones, radicando el mayor transcurso narrativo de su arco, en el departamento de sus protagonistas, por lo que encontrar la manera de encuadrar y enunciar dramáticamente acorde a lo que la historia exigía, planteaba un reto para la estética visual. Sin embargo, ese constante espacio dentro de la película, es también una arena de situaciones que reflejan el estado anímico de los personajes, dando siempre información valiosa y emocional, para el espectador.
Una referencia para aproximarse a la resolución creativa del espacio físico, vino desde la pintura: “Siempre me ha llamado la atención el modo en que Sasha Hartslief sitúa a sus personajes en el fondo de los espacios de cada cuadro, así que establecimos el aislamiento de los protagonistas a través de perspectivas y el uso constante de reflejos”.
En la misma mano, dicha aplicación técnica en cuanto al lenguaje visual de la cinta emana como producto natural a la comprensión pura del discurso que el director buscaba desde las páginas del guion, pero que, además, navega en paralelo a una narración conceptual que es única a la mirada de la cinefotógrafa.
“El objetivo era crear capas de profundidad en el espacio en la idea de que no todo lo que ves es lo único, sino que siempre hay algo más allá”, agrega Amann sobre la increíble forma de enunciar tanto en palabra como en imagen.Conforme avanza la entrevista, la creadora de otros grandes mundos visuales como ‘Sujo’, se adentra en el cuestionamiento de temas aún más complejos y filosóficos que sitúan a la dirección de fotografía de todo proyecto, pues al comentar sobre aquellos retos de producción, sale a flote la importancia de la personalidad frente a cada historia y los modos en que determina su narración misma.

“Conseguir un hospital que nos permitiera usar sus espacios fue difícil. Aun así, logramos acceder a las instalaciones de la Cruz Roja y aunque el lugar no era el ideal, tener claridad en el lenguaje visual que buscábamos y en los códigos, nos permitió adaptarnos y sacar el máximo provecho del espacio”.
Convertirse en la totalidad
Si el proceso es abrazado desde cada integrante del proyecto, la historia se conduce en el canal correcto de su propia narrativa, pues entendiendo las razones emocionales de cada móvil en una película, se es capaz de afrontar las dificultades que de manera natural aparecen a toda producción. Solo entonces, bajo la mirada fidedigna de por qué queremos contar lo que nació desde antes del guion, la emocionalidad se construirá entre las personalidades individuales para formar un todo coherente y complejo.
La cinefotografía implica captar la energía del mundo natural y transformarla en atmósferas que trascienden lo meramente físico. Los contextos se convierten en locaciones, y estas, a su vez, en escenarios dramáticos que contienen las emociones y conflictos de los personajes. Ahí, en la observación de lo real, empieza el oficio cinematográfico que busca ficcionar la realidad. En ‘Un mundo para mí’, lo que podría ser un simple departamento en la capital del país, se convirtió en un espacio cargado de significados, capaz de albergar una historia única.
“Hice un estudio minucioso sobre cómo se comportaba la luz en la locación. Me interesa entender sus matices, sus cambios inesperados; la complejidad que surge a lo largo del día. Solo conociendo esos detalles puedo decidir en qué momentos intervenir o respetar lo que la naturaleza ofrece para potenciar la narrativa de la película. Siempre trato de que las fuentes de luz sean creadas por mí, pero imitando la esencia de la luz natural, eligiendo cuidadosamente qué conservar y qué transformar para destacar aquello que hace única y especial a cada locación”, explica Ximena Amann
Así es como el espacio físico trasciende para entenderse como refugio del tránsito emocional de una pareja que navega sus propios cuestionamientos sobre el género, en el nacimiento de su hijx; bañeras que abrazan a una madre en la curva de su aprendizaje, muros que aíslan a sus personajes en el conflicto y luces externas que atestiguan desde la farola de una calle, la duda interna.



“Resignificamos la convencional noche suave y azulada, para preguntarnos cómo sería el interior nocturno de un departamento y qué tanto cambiaría en la habitación del bebé o de los padres, ¿qué ilumina el adentro?”, adjunta Ximena.
Por otra parte, la imagen transita para unirse al lado del movimiento del otrx y concatenar desde la cámara, un todo en el trazo escénico con las y los actores de cada proyecto. Es un baile de química permanente para seguir narrando, ahora desde la trinchera del movimiento, una mayor emocionalidad.
“Pienso que cuando te entregas a la historia, ocurre una complicidad con quien interpreta a los personajes. Al haber operado cámara en ‘Un mundo para mí’, sentí una complicidad al lado Mayra, la protagonista, que fue completamente una aliada. Incluso cuando se cortaba la toma, había siempre un pequeño instante de magia en la que la cámara y la actriz nos entendíamos en la misma sinergia de emociones”.
‘Un mundo para mí’, se expresa como un ideal temático para nuestra industria nacional en la narración de discursos urgentes y necesarios; a su vez, como un espacio de trabajo cargado de empatía entre sus creadores a lo largo del proyecto entero, con un director preocupado por informarse en todas las aristas posibles, bajo la conciencia y responsabilidad natural a la historia.
Alex Zuno y Ximena Amann AMC traen a la pantalla una narrativa horizontal para el público entero, en el objetivo final por convertirse en una obra capaz de generar preguntas más que respuestas. Aprendizajes desde una historia, que invite al refugio de un dialogo social permanente a partir de la mirada prestada por el espectador.

Cámaras: ARRI Alexa 35 y ARRI Alexa Mini LF Óptica: Zeiss Super Speed MKIII
Director: Alejandro Zuno
Gaffer: Rafael Martínez
Diseñadora de producción: Diana Saade
Foquista: Evelyn Ortega
Coloristas: Los Güeros Color
Cinefotógrafa: Ximena Amann AMC
Sigue a Ximena Amann AMC https://www.ximenamann.com
